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El valor de ser yo misma

Ser como el “otro” quiere que sea, ¡agota!

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Ir en contra de nuestra Esencia, es ir en contra de nuestro Plan Divino.

¿Por qué tendríamos que cambiar nuestra forma esencial de ser cuando no estamos haciendo daño a nadie? Las mujeres hemos sido muy criticadas y juzgadas por nuestro actuar, por la forma en qué vestimos, por cómo nos comportamos, y a veces increíblemente, hasta por la carrera profesional que hemos elegido. Las decisiones que tomamos muchas veces las sometemos al juicio de otras personas, y tristemente nos sentimos lastimadas cuando creemos que no cumplimos las expectativas de aquellos que amamos, que son las personas importantes para nosotras. No se diga ya si recibimos comentarios negativos de personas cercanas a nuestro círculo social que no aportan ni suman nada a nuestra vida, de ellas también nos sentimos ofendidas y que en general no cubrimos el estándar de la “mujer linda, buena y perfecta” que esperan ver en nosotras.

Que agotador y asfixiante resulta querer ser alguien que en esencia no somos. Cuando nacemos encarnamos en la tierra con un propósito, ser felices con lo que vinimos, pero la personalidad que nos va definiendo con los años cubre de diversas máscaras al ser auténtico que es parte de nuestro cuerpo físico. Esas máscaras o disfraces que con el tiempo aprendemos a usar cambia dependiendo con quien nos encontremos. Sí, en la oficina podemos comportarnos  de una forma (ponernos un disfraz), salimos a una reunión con amigos y utilizamos un disfraz diferente, vamos con la familia y usamos otro, en casa con nuestros hijos uno más que es diferente… y ¿Cuándo somos auténticamente nosotras? Esto por supuesto no es algo que suceda exclusivamente a las mujeres, los hombres también aprenden a usar disfraces pero son diferentes pues a ellos las etiquetas “sociales” les permiten usar mayor variedad de atuendos que a nosotras las mujeres, porque ellos no son descaradamente juzgados por sus comportamientos, palabras o decisiones. A ellos se les ha permitido vestir y hacer lo que quieran a su antojo sin que intervengan reglas que los enjuicien como “mal hombre” ante la sociedad.

Todos, hombres y mujeres nacemos con la chispa divina que es la esencia de lo que somos, nuestra Alma que viene a encarnar para aprender a partir de las experiencias donde sólo en un cuerpo humano puede sentir, oler, probar, tocar, oír, por eso es que se puede vivenciar el crecimiento espiritual a través de los cinco sentidos que poseemos como humanos. «El Alma tiene una misión que cumplir como esencia e ir en contra de ello, es ir en contra de nuestro plan divino”.

¿Cuántas veces hemos sentido que hacemos algo que va en contra de lo que verdaderamente queremos? El ego, esa parte de la personalidad que nos pone a prueba, puede ser muy engañosa al hacernos creer que ir por un camino diferente al que nuestra esencia anhela es lo correcto. ¿Cómo vamos a diferenciar entonces cuando me encuentro escuchando el Alma o el ego? El Alma no obliga, no hostiga, no reprime, no censura, no critica, no enjuicia, no pone en nuestro corazón sentimientos de posesividad y control para que otro haga o sea como la personalidad con ego quiere.  El ego quiere que las cosas sean a su modo, quiere controlar, dominar, poseer, tiene miedo a perder y por eso condiciona, manipula para someter al otro a ser de determinada forma. El ego siempre utilizara cualquier tipo de “trampa” para lograr su propósito, hacer todo lo posible porque no seamos felices… pero tampoco el otro, llámese pareja, hijos, padres, amigos o las personas importantes a nuestro alrededor. El Ego es en realidad Mi-ego, o lo que es lo mismo “Mi-edo”, sí, miedo…  a perder! y a nadie nos gusta perder, por eso usará todo tipo de disfraces para lograr conseguir que no haya mi-edo porque puede causar dolor, así que si puede evitarlo, hará todo por lograrlo.

«El ego siempre estará presente, es parte también necesaria en nuestro crecimiento, pero un ego no reconocido, es no visto, y no se puede tratar, manejar o autocontrolar lo que no podemos reconocer en uno mismo».

Si no tenemos aún la capacidad para aceptar que hay un ego muy elevado por encima de lo más hermoso y sublime que somos como Alma, ¿por qué controlar y dejarnos controlar? ¿Cuál es la necesidad no cubierta de hacer acuerdos que no se pueden cumplir? ¿Por qué querer coartar la libertad  de las personas que creemos más amar? El derecho de ser quienes vinimos a aprender a ser es un derecho divino que nos corresponde, pero si por temor al qué dirán, a lo que pensarán o a si me juzgarán nos limitará a crecer, entonces no es el camino. Aunque sean nuestros padres, hijos, pareja, no merecemos ir en contra de nuestra propia esencia, es fallarnos a nosotras mismas. Podemos hacer acuerdos cuando se habla y se expresan necesidades mutuas, pero si con todo y ello sólo son palabras, ¿Cuánto valor nos damos a nosotras mismas para creer que por amor hacemos algo que pasa por encima de nuestros propios valores?

Ser auténticas como somos, diciendo lo que queremos expresar, teniendo las amistades con quien nos agrada estar, vistiendo lo que nos gusta, tomando las decisiones que son más convenientes para nosotras no debería enfadar a nadie, sino pasamos por sobre sus propios valores como seres humanos.

Las mujeres no necesitamos ser el arquetipo de “la buena madre”, “la buena esposa”, “la buena hija”, “la mujer perfecta” para ser aceptadas. El valor que nos damos es el resultado del amor propio que nos tenemos, y si estoy más pendiente por dejar de ser quien soy para ser quien quiere el otro que sea o por miedo a no ser “la buena mujer”…. NO ES POR AHÍ!!! 

Amiga, hermana, mujer, busca apoyo, amistades, acércate a tu familia y date cuenta que hay infinidad de personas a tu alrededor que orgullosos comparten tus éxitos y te ayudan a crecer, si es necesario, busca ayuda profesional, pero por favor, ¡NO TE QUEDES AHÍ DONDE NO ERES ACEPTADA, RECONOCIDA Y VALORADA POR QUIEN AUTENTICAMENTE ERES!

Con cariño…

Sandy Dueñas.